Hablar del síndrome del emperador no significa
trasladarnos a sociedades remotas, donde estos personajes son de renombre. Muy
por el contrario debemos situarnos en nuestras sociedades, modernas y actuales,
con determinados estilos de vida y de consumo.
El síndrome del pequeño emperador define cualidades (no muy deseables) de ciertos niños que viven
en estas sociedades.
En estos casos la sociedad ha invertido los papeles,
y son precisamente estos niños, con muy poca edad, quienes modulan las
decisiones de sus hogares. Monopolizan el mando de la tele y son ellos los
que deciden qué o qué no se ve, si quieren o no irse a la cama, incluso elijen
el menú y todo esto impregnado de una dosis de cierta tiranía
Parece difícil de creer, pero todo esto lo consiguen
a base de presiones, pataletas, llantos y muchas rabietas que hacen que los
padres, en su intención de no ser tachados de autoritarios, quizás motivados
por recuerdos de sus propias crianzas, consientan y cedan a todo tipo de presiones.
El estilo de vida y horario de trabajo de los padres
ha motivado la disminución del tiempo en familia, del contacto corporal, una
modificación en el juego entre padres e hijos, cambiando la interacción directa
por juegos de índole virtual o de pantalla, en definitiva la disminución de
dicha interacción, y el contacto afectuoso, muy necesario para formar el
vínculo que sirve de vehículo para la educación de los hijos. Esto desemboca en
un estilo de crianza erróneo, en el que
han confundido educación con ausencia de normas y exceso de atenciones
materiales desencadenando situaciones en las que el niño presiona con dejar de
quererlos si en algún momento éstos deciden dejar de satisfacer sus exigencias.
Es importante medir las consecuencias futuras y ser
consciente de que cuando estos niños lleguen a ser adolescentes, va a ser
imposible cubrir las exigencias propias de una etapa ya de por sí
revolucionada, y que la falta de autoridad convertirá a los padres, en especial
a la madre en víctima de su tiranía.
Por todo lo argumentado, creo importante una
reflexión profunda a cerca de la inversión en tiempo y calidad que hacemos en
la crianza de nuestros hijos, definir límites, darles amor y cariño, a la par
que establecer las normas que les hagan adquirir los valores necesarios que los
convertirán en pobladores sanos de sociedades venideras