lunes, 24 de noviembre de 2014

SÍNDROME DEL PEQUEÑO EMPERADOR

Hablar del síndrome del emperador no significa trasladarnos a sociedades remotas, donde estos personajes son de renombre. Muy por el contrario debemos situarnos en nuestras sociedades, modernas y actuales, con determinados estilos de vida y de consumo.
El síndrome del pequeño emperador define cualidades  (no muy deseables) de ciertos niños que viven en estas sociedades.
En estos casos la sociedad ha invertido los papeles, y son precisamente estos niños, con muy poca edad, quienes modulan las decisiones de sus hogares. Monopolizan el mando de la tele y son ellos los que  deciden qué o qué no se ve,  si quieren o no irse a la cama, incluso elijen el menú y todo esto impregnado de una dosis de cierta tiranía

Parece difícil de creer, pero todo esto lo consiguen a base de presiones, pataletas, llantos y muchas rabietas que hacen que los padres, en su intención de no ser tachados de autoritarios, quizás motivados por recuerdos de sus propias crianzas, consientan y cedan  a todo tipo de presiones.

El estilo de vida y horario de trabajo de los padres ha motivado la disminución del tiempo en familia, del contacto corporal, una modificación en el juego entre padres e hijos, cambiando la interacción directa por juegos de índole virtual o de pantalla, en definitiva la disminución de dicha interacción, y el contacto afectuoso, muy necesario para formar el vínculo que sirve de vehículo para la educación de los hijos. Esto desemboca en un  estilo de crianza erróneo, en el que han confundido educación con ausencia de normas y exceso de atenciones materiales desencadenando situaciones en las que el niño presiona con dejar de quererlos si en algún momento éstos deciden dejar de satisfacer sus exigencias.

Es importante medir las consecuencias futuras y ser consciente de que cuando estos niños lleguen a ser adolescentes, va a ser imposible cubrir las exigencias propias de una etapa ya de por sí revolucionada, y que la falta de autoridad convertirá a los padres, en especial a la madre en víctima de su tiranía.


Por todo lo argumentado, creo importante una reflexión profunda a cerca de la inversión en tiempo y calidad que hacemos en la crianza de nuestros hijos, definir límites, darles amor y cariño, a la par que establecer las normas que les hagan adquirir los valores necesarios que los convertirán en pobladores sanos de sociedades venideras